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domingo, 21 de febrero de 2010

Mi cambio

Era una noche oscura y muy fría, estaba metida en mi cama y como todas las noches, antes de dormirme miraba el póster de una famosa luchadora y cada día que lo miraba deseaba ser ella.
Era guapa, rubia, ojos negros, un buen físico..., todo lo que se puede pedir de una chavala y lo mejor de ella es que lucha muy bien.
Al día siguiente me desperté como siempre a las ocho menos cuarto para irme al instituto, pero ese día era distinto, me sentía rara, extraña; con mis mismos pensamientos e ideas, pero no era ni mi cuerpo ni mi cara.
Cuando me miré al espejo me dí cuenta que no era yo, si no que era la persona que siempre había deseado ser.
¿Y ahora que hacía?, esa es la pregunta que me rondaba una y otra vez por la cabeza sin podérmela quitar. Estaba nerviosa, con angustia...
Decidí decírselo a mi madre, aunque no sabía como se lo iba a tomar, y sabía que podía tener consecuencias.
Cuando ella me vió decidió que era hora de entrenar, porque si no lo hacía la gente se daría cuenta.
La cosa cada vez era peor, las personas se estaban dando cuenta y no sabíamos lo que hacer.
A mi madre se le ocurrió ir a una ''bruja'' de esas que de cuatro palabras que dicen tres son mentira; pero por intentarlo que no quedara, además mucho mejor si se solucionaba, me empezaba a cansar.
La ''bruja'' dijo que me tenía que aceptar tal y como yo era, que las personas teníamos fallos fuesemos famosas o no.
Me costó mucho trabajo aceptarlo, no me gustaba a mi misma, pero si no lo intentaba nunca volvería a ser yo.
Empezé a ver los fallos de la luchadora en vez de los mios, y la verdad que poco a poco fui recuperando mis gestos, mi cara, mi cuerpo... Ahora, ¡no quiero ser nadie más que yo!

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